Las declaraciones del jugador de la selección francesa Kylian Mbappé contra la llegada de la extrema derecha al Gobierno de su país y pidiendo la movilización del voto joven a pocos días de la primera vuelta de las elecciones legislativas ha vuelto a poner sobre la mesa la conveniencia o no de que los ídolos del deporte, con todo el predicamento que arrastran, se metan en el debate político. Al día siguiente, el portero español Unai Simón defendió su derecho a no opinar de nada que no sea su deporte.
¿Deben los deportistas opinar de política? Responden dos exdeportistas que han estado en la élite y se han visto con los micrófonos delante: Juanma Iturriaga, exbaloncestista, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, y María José Rienda, la esquiadora española con más victorias en la Copa del Mundo y expresidenta del Consejo Superior de Deportes.
No es quién habla sino quién escucha
JUANMA ITURRIAGA
Érase una vez un país donde todo el mundo podía opinar sobre cualquier cosa sin consecuencias posteriores. Un país donde se respetaba no solo el derecho a poder expresar tus ideas, sino que sus gentes asumían con gran naturalidad la lógica existencia de personas con diferentes principios, tendencias políticas o anhelos sociales que los tuyos. Un país donde cualquier individuo relevante y con criterio podía aprovechar su influencia para reflexionar/alertar/recomendar sobre peligros u oportunidades sin que los que no las compartían, se sintiesen ofendidos. Un país donde un deportista podía posicionarse políticamente como la cosa más normal del mundo y seguía siendo admirado por sus logros deportivos.
Tengo una mala noticia. Este hipotético país no existe. Es más, la realidad nos muestra que cada vez nos encontramos más lejos de esta bienintencionada utopía. Dia a día observamos como cualquier asunto, declaración o posicionamiento puede convertirse en una polémica. Se tolera menos y peor al que piensa diferente, se convierte a los adversarios de lo que sea en enemigos a negar o derribar y las redes sociales se transforman de lugar de encuentro a patíbulos en un pis pás. Aquí y ahora, las noticias falsas campan a sus anchas, la búsqueda de la audiencia bien vale un titular capcioso o directamente malintencionado y casi todo se mira con las gafas y bufandas de forofo. En este ambiente de creciente toxicidad, pretendemos que unos chavales de veintipocos años salgan a la palestra para expresar sus ideas (si es que las tienen ya formadas, que a esas edades ya sabemos hacia donde apuntan sus prioridades) sabiendo que de una u otra manera, les va a caer la del pulpo.
Las declaraciones de Kylian Mbappé alertando de los peligros de la llegada de la ultraderecha al gobierno francés ha abierto una vez más el viejo debate. Muchos fueron los aplausos, el mío entre ellos. También aparecieron los irritantes defensores del irritante “zapatero a tus zapatos” negador del derecho a la libertad de expresión y que casualmente suele venir de opinadores de todo. Rápidamente surgió la comparación con los deportistas españoles, sobre todo con los futbolistas, que no salieron bien parados.
Es evidente que la postura de Mbappé, tan comprometido con sus ideas como para hacerlas públicas y aguantar las consecuencias, resulta reseñable y ojalá fuese extendida, pues hablaría muy bien de nuestros deportistas y de la tolerancia de nuestra sociedad. Pero esto no convierte a los que no lo hacen en gente insensible, egoísta y despreocupada de lo que ocurre a su alrededor. Los habrá de todo, como en botica.
Son diversas las maneras de influir o trascender positivamente sobre la sociedad, y a fe cierta que hay muchos que lo hacen sin necesidad de ir hasta el final en su exposición pública. Constantemente ensalzamos los valores que emanan del deporte. Pues bien, no olvidemos que son los deportistas los que los encarnan y ejemplifican. A efectos prácticos, igual esto es más importante que saber a qué partido votan, si a la ultraderecha hay que enfrentarla, ignorarla o gobernar con ella, o si les parece que existe lawfare en este país.
El asunto es tan enrevesado que no basta con tener una determinada opinión sobre un tema y determinación para compartirla, sino que exige que el discurso sea tremendamente sólido para no terminar diciendo algo que puede ser malentendido. Porque a la declaración inicial viene la pregunta y la repregunta, y terminas buscándote un lío. Le ocurrió hace bien poco al mismísimo Nadal, un hombre ducho en ponerse delante de un micrófono, durante una entrevista con Ana Pastor, donde terminó liándose en el asunto de la igualdad entre hombres y mujeres.
Son tantos y tan diferentes los peligros que afrontas en este tipo de situaciones que habiendo sido alguien sin ningún miedo a opinar del tema que fuese, no puedo sino empatizar con los que deciden hacer mutis en determinados temas. Además, estoy convencido que, en otro contexto, una buena cantidad de mudos se animarían a explicarse.
El derecho a estar callado
MARÍA JOSÉ RIENDA
Lo primero es dejar claro que los deportistas pueden opinar de todo lo que quieran, también de política. Creo que es muy loable tanto la opción de pronunciarse públicamente como la de no hacerlo.
Un deportista de la categoría de Kylian Mbappé, con la vida resulta, tiene un empuje y una fuerza impresionante en los medios, es un altavoz único por todo lo que le rodea y todo lo que mueve con su presencia. Es de alabar que quiera comprometerse con la sociedad y defender sus ideales cuando no tiene necesidad. El deporte ayuda a entender los valores que se persiguen, hacia dónde queremos ir, y todo aquello que se asocie al deporte gana apoyos. La visibilidad y el empuje del deporte pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos en cualquier momento.
Los deportistas que se expresan políticamente suelen tener la vida resuelta, o tienen un trabajo donde volver en caso de necesidad, o tienen una vocación política determinada donde ven una oportunidad de vida.
Pero hay que entender las razones para que muchos lo eviten. Primero, los deportistas cada vez están más especializados y su profesión absoluta es el deporte. La política en general es algo que les queda lejos, aunque esté por todas partes. Hay que destacar que muchas personas, no solo los deportistas, tampoco hablan de política con amigos. Otras hablan mucho y otras no dicen ni qué votan. Es algo que cada uno lo lleva como mejor lo siente y se tiene que respetar.
En el caso de los deportistas de élite, es normal que tengan miedo de que, si se sitúan de un lado en un determinado debate, se pongan en contra a la otra parte, o a las otras partes. No tienen necesidad de ello cuando su objetivo prioritario es la excelencia deportiva. En otras ocasiones, existe el peligro de que sus opiniones no sean apropiadas para la imagen de los patrocinadores que están vinculados a la marca del propio deportista o de su equipo. Por último, muchos de ellos entienden que la política es para los políticos y simplemente no se sienten cómodos en ese debate.
En ocasiones, dependiendo de la situación del deportista, la capacidad para pronunciarse sobre política es un privilegio. Es lógico pensar que vas a tener más gente que te siga, te anime y te ayude si no te pronuncias políticamente. Más ahora, en un ambiente político tan cambiante, se entiende perfectamente que un deportista de élite se reserve su opinión, está en su derecho. Queremos que los deportistas sean todo: que se comporten como esperamos de nuestros ídolos, que tengan buena imagen, que representen los valores del deporte, que sean cultos, que destaquen por sus buenos resultados, que sean artistas, buenos comunicadores, etcétera. No podemos olvidar que son personas como cualquier otra, con sus aciertos y sus desaciertos intentando hacerse un camino en la vida.
A los deportistas lo que les gusta es que les preguntes de su deporte. Es donde se sienten realizados y muchos no quieren opinar de política en púbico, ya que no tienen ningún objetivo profesional o vital en ese ámbito, más allá de tener su opinión personal.
También, y no menos importante, muchos deportistas no quieren expresar sus ideales políticos por miedo a perder subvenciones, apoyos de cualquier tipo que dificulten su carrera deportiva, o simplemente a que no valoren tu trabajo solo por tu desempeño deportivo. El deportista aprovecha cada momento de su corta carrera para mejorar y poder ganar lo necesario para poder dedicarse solo al deporte, y seguir creciendo en su carrera para poder tener un futuro. Tienen bastante con la presión deportiva como para limitarse con opiniones inoportunas o posiblemente molestas para unos u otros.