Acabamos de disfrutar la noche más corta del año en el hemisferio norte hace unos días. Ahora que las horas de oscuridad incrementan según avanza el verano, quizás a algunos les guste disfrutar de los cielos despejados típicos de estas fechas, y aprovechar las temperaturas más frescas mirando el cielo y fantaseando sobre mundos lejanos o rincones del universo remotos en el espacio y en el tiempo. ¿Qué podemos ver en el cielo este verano sin ningún instrumento, solo con nuestros ojos?
Empecemos por lo más común y fácil de observar. A ojo desnudo, y en un sitio no demasiado oscuro, como las afueras de un pueblo o una playa en una ciudad que respete mínimamente los límites de contaminación lumínica (y la ley), se pueden ver estrellas que están alrededor de unos 200 años luz. Teniendo en cuenta que nuestra galaxia tiene unos 100.000 años luz de extremo a extremo, queda claro que nuestra vista es bastante corta. De entre todas esas estrellas que podemos ver en esas fechas, las más famosas son las que forman el llamado triángulo de verano, que además dejan al lado el Camino de Santiago; qué mejor que ver la Vía Láctea desde el norte de España.
Las estrellas del triángulo de verano son Altair, el águila voladora en árabe, que es la estrella más brillante de la constelación del Águila, conocida por ese nombre desde hace al menos 25 siglos según el astrónomo griego Eudoxo. Aunque seguramente los griegos tomaron el nombre de la constelación de los babilonios, y quizás de ahí (o del rescate de libros griegos) se establecería el enlace con el nombre árabe de la estrella más brillante de la constelación (que me perdonen los historiadores, yo solo me sorprendo de las similitudes entre constelaciones grecorromanas, babilonias, chinas,…).
La segunda estrella del triángulo es Deneb, en árabe, la cola del cisne, que es su constelación, conocida como un ave incluso en la Polinesia. Ver a Deneb en el Cisne es bonito, ¿pero no sería más impresionante y extraordinario poder “ver” en esa constelación el primer agujero negro reconocido como tal, el llamado Cygnus X-1? En Cygnus X-1 en realidad cohabitan una estrella supergigante azul unas 30 veces más masiva que el Sol y un objeto que en menos de 300 kilómetros concentra una masa unas 20 veces la del Sol. Ninguna de esas componentes es visible con el ojo desnudo, y el agujero negro solo es visible en rayos-X cuando se traga algo de material de su compañera.
La tercera estrella del triángulo de verano es Vega. Vega es especial, el brillo de todas las estrellas se ha referido a ella durante siglos, se la llamó “la estrella más importante del cielo después del Sol”. Es como el metro que se guarda en París y que servía de medida estándar para calcular distancias, en el caso de Vega, brillos aparentes. De nuevo, Vega parece venir del árabe y significaría el águila caída. Si tienen unos prismáticos a mano, les recomiendo que observen la estrella más cercana a Vega dentro de la constelación de Lyra, la llamada épsilon Lyra. Resulta que lo que el ojo ve como una estrella, unos binoculares la convierten en dos. Y con un pequeño telescopio, cada una de ese par se convierte en otras dos, para un total de cuatro estrellas donde el ojo solo veía una. Es la estrella Doble Doble, ya hablé de ella, y es que fue el primer objeto que vi con un telescopio y me marcó. Para mí es extraordinario.
Me falta presentarles lo excepcional que podemos ver estas noches de verano en el cielo. De excepcional calificaré la lluvia de estrellas de las Perseidas, aunque se repite todos los años; este año lo mejor será el 11 y 12 de agosto. Nos vamos comiendo el cometa 109P/Swift-Tuttle (la estela que se deja detrás en su órbita alrededor del Sol) a un ritmo de varias toneladas por año, así que la lluvia de estrellas nunca es igual, cada año puede caer un meteoro excepcionalmente bonito.
Otro evento excepcional es el paso del cometa 13P/Olbers, que fue descubierto por el famoso astrónomo de la paradoja, y también estudiado por matemáticos tan famosos como Gauss y Bessel. Justo el último día de junio alcanzó su punto más cercano al Sol, el de mayor brillo, después de haber estado 69 años surcando el sistema solar. Para verlo se necesitan unos prismáticos, cerca del horizonte, una visión de una vez en la vida, realmente excepcional.
Quizás no tan excepcional, pero igualmente espectacular, serán las coincidencias en el cielo de la Luna con Marte, Júpiter y Urano el 30 de julio (para ver Urano se necesitan unos prismáticos) y con los dos primeros de nuevo el 27 de agosto. Eso será justo un día después de que la Luna también se encuentre cerca de las Pléyades, el cúmulo de las Siete Hermanas (a ver si pueden ver las 7 estrellas) que ha sido nombrado en la Biblia, la Ilíada, o Don Quijote, entre muchos libros, y parece que estaban entre las estrellas favoritas de civilizaciones americanas, asiáticas y europeas, con una interesante variedad en el número que cada civilización veía: ¡6, 7, o “muchas”!
Como astrofísico que estudia galaxias, no puedo dejar de recomendarles observar el objeto astronómico más distante que podemos ver con nuestros ojos sin ayuda de ningún instrumento: Andrómeda, nuestra galaxia gemela. Para ver esta galaxia no hace falta tener una vista excepcional, pero necesitarán mucha paciencia. Si su vista es muy aguda, prueben a observar otras dos galaxias, M33 y M81, incluso más distantes que Andrómeda, yo nunca las he conseguido ver sin un telescopio, Si quieren saber qué estaba pasando hace 2.5 millones de años, el tiempo que tarda en viajar su luz hasta nosotros, en una galaxia lejana (no diré muy muy lejana porque es la galaxia con un tamaño parecido a la Vía Láctea que más cerca está), no dejen de observar Andrómeda, que en agosto y septiembre es visible cerca del cénit del cielo gran parte de la noche. No es fácil verla, porque una galaxia es una cosa rara en el cielo, una “nubecilla” como la describió el astrónomo persa Abd al-Raḥmān al-Ṣūfī hace 1060 años. No es un puntito de luz como una estrella o un planeta, así que hay que acostumbrarse a ver algo difuso. De hecho, Andrómeda es más brillante que la estrella Doble Doble que hemos nombrado antes, pero con su luz repartida en un área 36 veces más grande que la Luna.
Espero que disfruten de las vacaciones, a los que les toque. Pero sobre todo, ¡que los cielos les sean propicios de día, y de noche!
Vacío Cósmico es una sección en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico, sino también filosófico, social y económico. El nombre “vacío cósmico” hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de un átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo. La sección la integran Pablo G. Pérez González, investigador del Centro de Astrobiología, y Eva Villaver, Directora de la Oficina Espacio y Sociedad de la Agencia Espacial Española, y profesora de Investigación del Instituto de Astrofísica de Canarias.
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