El sol caía sobre el anillo partido del Olympiastadion y decenas de miles de austríacos cantaban a capela I Am From Austria. Acompañaban la voz del rey del pop alpino, Rainhard Fendrich, que retumbaba por los altavoces en un ritual de comunión nacional, la clase de vibración profunda que produjo la selección con la hermosa victoria sobre Países Bajos y la consecuente obtención del primer puesto del grupo D, contra todo pronóstico. Francia y Países Bajos, las dos potencias, caen al segundo y tercer puesto del cuadrante, con el consiguiente castigo que eso supone. Ahora los holandeses corren el riesgo de medirse a España.

2


Bart Verbruggen,
Virgil van Dijk,
Nathan Aké,
Lutsharel Geertruida,
Stefan de Vrij,
Joey Veerman,
Tijjani Reijnders,
Jerdy Schouten,
Memphis Depay,
Cody Gakpo,
Donyell Malen,
Xavi Simons (Joey Veerman, min. 34), Micky van de Ven (Nathan Aké, min. 64), Georginio Wijnaldum (Tijjani Reijnders, min. 64) y Wout Weghorst (Donyell Malen, min. 71)

3


Patrick Pentz,
Stefan Posch,
Philipp Lienhart,
Alexander Prass,
Max Wöber,
Nicolas Seiwald,
Marcel Sabitzer,
Patrick Wimmer,
Florian Grillitsch,
Romano Schmid,
Marko Arnautovic,
Christoph Baumgartner (Philipp Lienhart, min. 61), Konrad Laimer (Patrick Wimmer, min. 62), Leopold Querfeld (Florian Grillitsch, min. 63), Michael Gregoritsch (Marko Arnautovic, min. 77) y Andreas Weimann (Romano Schmid, min. 91)

Goles
0-1 min. 5: Malen. 1-1 min. 46: Gakpo. 1-2 min. 58: Romano Schmid. 2-2 min. 74: Depay. 2-3 min. 79: M. Sabitzer

Arbitro Ivan Kruzliak

Tarjetas amarillas
Stefan Posch (min. 31), Patrick Wimmer (min. 32), Leopold Querfeld (min. 93)

El fútbol sustituyó a las antiguas fiestas paganas del solsticio de verano. Ahora las tribus germánicas recorren el continente celebrándose a sí mismas con la excusa de la Eurocopa. Este martes, en plena ola de calor, austríacos y holandeses acudieron en masa a los altares de piedra del estadio Olímpico de Berlín, intoxicados con cerveza, cantando, zarandeando los vagones del metro, felices de disfrazarse de zanahorias, o de mariscales de campo del Sacro Imperio, por ejemplo, y de olvidarse de sí mismos, del oficio, del estudio, del servicio público, del deber familiar. Sobre la hierba, en el fondo del enorme cráter de piedra, las selecciones de Países Bajos y Austria se debatieron con el respetable objetivo de evitar a España en octavos de final.

Ronald Koeman ordenó a su equipo esperar emboscado a que los austríacos cometieran un error, para entonces castigarlos con algún ingenio de Memphis Depay, con la velocidad de Malen al espacio, o con las cositas de Gakpo. En el otro cuartel, Ralf Rangnik mandó presionar fuerte a los holandeses en su campo, con bravura y disciplina, y si eran ellos los que presionaban, lanzar largo para dividir la pelota en el medio y volver a presionar con orden y rabia. El plan de Rangnik resultó mejor. Básicamente, porque en el fragor de esas situaciones de estrechez buscada, cuando los espacios se redujeron, Grillitsch buscó la pelota con más ganas y encontró más socios y con más claridad, mientras que sus homólogos del mediocampo naranja, Reinjdeers y Veerman desaparecieron cada vez que sintieron el aliento de sus rivales. A veces todo se resume en una cuestión de valentía.

Los holandeses reaccionaron al contacto con el adversario con una perplejidad mortífera. Así andaban los oranje cuando el apuesto Lienhart salió desde su área y conectó por el medio con Arnautovic, que salió de la zona del nueve y abrió a Sabitzer. Desde afuera, Sabitzer, que actuó en la mediapunta pero tiene espíritu de volante, centró con fuerza y Malen se metió el gol en propia puerta. Koeman no se demoró: a la media hora retiró al bisoño Veerman y puso a Xavi Simons, joven ansioso pero atrevido con la pelota. El partido se equilibró. Koeman bufó. Sus jugadores salieron del vestuario, tras el descanso, con más ánimo. En la primera jugada de la segunda mitad Geertruida robó un balón a Grillitsch y el contragolpe lanzado por Simons acabó en gol de Gakpo y en la constatación de que el apuesto Lienhart es bueno con la pelota pero blando para defender.

El partido se desmadejó del todo. Las sustituciones contribuyeron a ello. Pero en el estrés, el agotamiento, prevaleció la organización de Austria, un equipo más articulado en torno a jugadores que se entienden mejor. El 2-1 para botón de muestra: Sabitzer engañó a su lateral, metió el centro raso, Arnautovic arrastró a los centrales y Schmid pilló dormido a Aké en el segundo palo antes de empujar a la red. La respuesta acrobática de Depay, autor del 2-2, exaltó a las dos hinchadas, completamente satisfechas del viaje, pero no domó a los austríacos. Poco antes del tiempo reglamentario, Baumbartner filtró un pase que Sabitzer supo leer con un desmarque y un gol de sentencia irrevocable. Austria se clasifica primera de grupo y se medirá en octavos con Turquía o la República Checa.

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