La capital se guardó para que la campaña electoral comenzara. Este jueves, previo a un feriado en Venezuela y a apenas 24 días de las elecciones presidenciales del 28 de julio, el día pareció un domingo de poco movimiento y negocios funcionando a media máquina. Los anuncios de una “toma de la ciudad” con 20.000 motorizados por parte del Partido Socialista Unido de Venezuela activaron las precauciones sobre el posible caos que en realidad no fue muy distinto al habitual.

El chavismo se concentró en dos puntos del centro de la ciudad y congestionó el centro con autobuses de instituciones públicas y motocicletas estacionadas en las avenidas principales. La oposición se movilizó por el este de Caracas con una espesa caravana de motos, camiones y gente a pie que esperaron la llegada del candidato Edmundo González, acompañado de su esposa, y de la líder María Corina Machado, demorados por una patrulla policial que los detuvo, pidió documentos del vehículo en el que se movían y los dejaron seguir después de forcejear un rato.

Edmundo González Urrutia y María Corina Machado se abren paso en las calles de Caras, al inicio de la campaña presidencial.
Edmundo González Urrutia y María Corina Machado se abren paso en las calles de Caras, al inicio de la campaña presidencial. Lexi Parra

Así comienza una campaña electoral inédita para Venezuela en la que las mediciones de fuerza como las de hoy están demás. El escenario está claro desde las movilizaciones previas —un desborde de gente en torno a los opositores y poca convocatoria alrededor del candidato-presidente— y lo vienen diciendo las encuestas hace meses: el chavismo está en su peor momento y Machado ha capitalizado el descontento ciudadano contra el Gobierno y otros liderazgos de la oposición y lo ha transferido casi totalmente a Edmundo González, su sustituto de último minuto. Pero, lo que ocurra en las presidenciales, un hito crucial en la larga crisis política venezolana a la que todavía le quedan kilómetros por recorrer, no depende tanto de los actos de campaña como sí de las negociaciones que se acaban de retomar con Estados Unidos. El escenario sigue siendo el de la incertidumbre.

José Gregorio Da Silva fue a su primera movilización este jueves. Tiene 19 años, estudia Medicina y el 28 emitirá su primer voto, luego de varios intentos por inscribirse en el registro electoral. Llevaba una bandana en la cabeza que decía “Mano, tengo fe”, el eslogan de apoyo a la selección venezolana de futbol que en estos días de Copa América ha sido prestado a la política. “Estoy aquí porque quiero que el país cambie”, dice, reconociendo que es el único país que ha conocido siendo más joven que la revolución bolivariana. “No quiero vivir más en esta esclavitud, por decirlo de alguna manera. No me gustaría que volviera a ganar el presidente actual, aunque hay una pequeña posibilidad de que eso pase”, dice. La posibilidad de triunfo de Maduro está supeditada, en su opinión, a que haga un fraude para ganar. Y eso desencadenaría otra posibilidad en su caso y en el Nicole García, de 16 años, que no vota todavía, pero que lo acompañaba en la caravana convocada por los sectores opositores. “Si no hay cambio buscaré la manera de irme de Venezuela”, dice la joven, que aún no termina el colegio. “Quiero tener un futuro”, agregó antes de ver pasar sobre un camión al candidato opositor y su esposa vestidos con las camisas de la Vinotinto.

Maduro ha hecho un despliegue de eslóganes. No hay una frase que identifique la campaña. Ni un color. La ciudad se ha llenado de pintadas con la cara del líder en colores, con corazones que dicen “Futuro”, “Maduro es pueblo”, “Vamos, Nico”. El PSUV ha rescatado la imagen del Chávez militar en un intento por “refrescar” el tarjetón. Todos los colores y frases se vieron en los dos puntos donde se concentraron los seguidores de Maduro en Catia, en el oeste de Caracas, y frente a la sede de PDVSA. Todos con franelas, uniformados en campaña.

Miles de seguidores acompañaban la caravana del candidato.
Miles de seguidores acompañaban la caravana del candidato. Lexi Parra

Un grupo de jóvenes bajó de un autobús que venía de Charallave, en las afueras de la capital. Delegaron las declaraciones a la jefa de cuadrilla, quien los coordina en el trabajo que hacen en la Misión Venezuela Bella, un programa de limpieza y ornato de las ciudades que creó Maduro hace unos años para incentivar el trabajo. María Velero, la jefa, de 46 años, dijo que trajo a 250 muchachos, todos “llenos de alegría y esperanza”. “Vamos a seguir apoyando a la revolución. Ahora nos toca comernos las maduras, ya nos comimos muchas verdes”.

Aunque el Gobierno lanzó un reality de canto para escoger la canción para esta batalla, Maduro cuando llegó a la tarima final de su acto presentó el himno Chávez, corazón del pueblo que sonó en la última campaña del comandante y aprovechó la pequeña llovizna que cayó en Caracas para recordar la última campaña del expresidente fallecido en la que habló bajo un fuerte aguacero. “Si Chávez se mojó, yo también me mojo”, dijo desde la tarima ubicada a unos metros de Miraflores. Luego se dedicó a exaltarse como “gallo pinto” que derrotará al “gallo pataruco”, como el chavismo se mofa de González Urrutia para señalarlo por su edad. “¿Ustedes creen que esos patarucos están preparados para dirigir Venezuela? O quieren un presidente vergatario, un gallo pinto”, dijo ante la multitud, a la que aseguró que está preparado para ganar el 28 de julio. “La profecía se está cumpliendo. Vienen tiempos de milagros, de crecimiento, de paz y de unión. Tengo las riendas de la patria en mi mano, sé lo que digo, sé lo que hay que hacer y nadie podrá hacerle más daño a Venezuela”, dijo el mandatario.

El chavismo organizó 70 movilizaciones en todo el país, por la edad que cumpliría el expresidente Chávez el 28 de julio, la fecha que escogieron para las presidenciales. En la de Caracas la gente se concentró bastante más temprano que la opositora. El punto de la Plaza Sucre Catia no llegó a llenar a tope el lugar. Guillermo González, vendedor informal de lentes, se atrevió a aportar para el análisis sobre la pérdida de seguidores que ha experimentado el chavismo que tenían otros dos vecinos de Catia apoyados en un poste viendo la multitud. “Es que la gente quiere cambio. Lo sé porque yo lo quiero y lo he visto”, comentó y sacó el teléfono con las pruebas: los videos que grabó en Táchira, en la última parada de la gira de Machado, a donde fue a vender sus lentes baratos. Al lado de su mercancía, José vendía postales de fotos viejas de Chávez en actos políticos y con su familia. Alguien se las regaló y decidió ofrecerlas en la plaza a 1 dólar o 40 bolívares cada una. También vende souvenirs opositores en sus marchas, pero no votará por ninguno de ellos sino por el pastor evangélico Javier Bertucci. “Queremos una patria donde podamos trabajo”, dijo y poco después recogió las postales. Se quedó de espectador escuchando al otro vecino que lo acompañaba, a quien presentó como opositor de toda la vida. “Todos los gobiernos son transitorios”, decía el vecino Edgar. “Aquí lo ves, es mucha decepción y cansancio. Y Maduro ya está cansado también”.

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