El Gobierno del ultraderechista Javier Milei mantendrá en 2025 una férrea política de control del déficit para bajar la inflación. También profundizará su pelea contra las organizaciones sociales que hoy controlan la ayuda a los más pobres, avanzará en la reducción del Estado y subirá los gastos en defensa y seguridad. Los argentinos podrán esperar para diciembre una inflación interanual del 140%, frente al 276% registrado en mayo. La subida del IPC no estará acompañada por el tipo de cambio, que solo subirá un 58%, hasta los 1.016 pesos por cada dólar en la cotización controlada por el Estado. Las cifras salen del informe previo del presupuesto para 2025 que la Casa Rosada envió al Congreso.

El informe es optimista en la estrategia de control de la inflación y reducción del rojo fiscal, tras una política de duros recortes en los gastos del Estado. La Casa Rosada suspendió totalmente la obra pública, cortó los envíos de dinero que por ley corresponden a las provincias, despidió a casi 30.000 empleados públicos y redujo drásticamente el costo de las pensiones gracias a la licuación por inflación. En el primer trimestre, Milei celebró el superávit fiscal tanto primario como financiero, es decir luego de pagar los intereses de su deuda externa. La contracara fue una profunda recesión que el informe enviado al Congreso exhibe con crudeza: el Producto Interior Bruto caerá este año 3,5%, el consumo privado un 6,6% y la inversión otro17,2%. Según las proyecciones de la Casa Rosada, la paralización del consumo y la industria disparará el superávit comercial hasta los 22.000 millones de dólares, tras una caída estimada del 17,7% en las importaciones y una subida del 21% de las ventas al exterior.

Durante 2025 se buscará “mantener las condiciones de estabilidad macroeconómica que permitan el despegue definitivo de las potencialidades productivas del país”, dice el informe del proyecto de Presupuesto, que llegará en su versión definitiva al Congreso argentino en septiembre. El texto es una celebración del ajuste de la economía con que Javier Milei inició su gestión casi ocho meses. Los mercados, sin embargo, dudan cada vez más de la sustentabilidad de un plan que hasta ahora se basa solo en el control de la inflación mediante un torniquete al gasto y la emisión de pesos. Así se lo hicieron saber los inversores al Gobierno en el arranque de la semana: en solo 48 horas, la cotización del dólar em el mercado paralelo, que no está controlado por el Estado, subió 80 pesos, un 6% con respecto al viernes. La brecha entre la cotización oficial y la informal supera el 50%, evidencia de las expectativas de devaluación del mercado. Las proyecciones del presupuesto no son alentadoras. Que el tipo de cambio oficial suba menos de 60% para una inflación proyectada en 140% suma argumentos a aquellos economistas, muchos de ellos tan ortodoxos como Milei, que piensan que la cotización del dólar oficial esta atrasada.

Los problemas en el mercado de cambios empezaron en mayo, cuando el Banco Central redujo la tasa de interés al 40%, casi siete veces más baja que la inflación. Intentó así reducir la emisión de pesos derivada del pago de intereses de la deuda. El efecto fue una subida de la demanda de dólares por parte de los ahorristas que ya no encontraron refugio en las inversiones en pesos. La desconfianza creció a partir del viernes pasado. Tras la aprobación en el Congreso de la ley que Milei exigía para avanzar en el desguace del Estado, el presidente anunció el inicio de una “fase dos” de su estrategia económica que daría paso al crecimiento.

Los mercados daban por descontado que esta nueva etapa incluiría el fin de las limitaciones a la compra y venta de divisas, el llamado “cepo cambiario”. Las empresas necesitan el fin de los controles para, por ejemplo, poder enviar a sus casas matrices las ganancias de sus operaciones locales. Pero el fin de los controles fue pospuesto para una imprecisa “fase tres”, tal como anunció el ministro de Economía, Luis Caputo. El argumento oficial es que el nivel de reservas internacionales actual, cercano a cero, no es suficiente para enfrentar un eventual ataque especulativo contra el peso si finalmente se libera el mercado de cambios.

El viernes, Caputo anunció como única medida de la llamada “fase dos” el lanzamiento de un nuevo bono que traspasa los pasivos del Banco Central al Tesoro, una herramienta que da al primero más herramientas para jugar con la tasa de interés sin que aumente el costo de la deuda. Ante la escalada del dólar paralelo, el Gobierno acusó a “operadores” que solo pretenden forzar una devaluación del peso para hacer negocios. “Creer que hay una devaluación en ciernes surge sólo del pensamiento de algún operador del mercado”, dijo el jefe de Ministros, Guillermo Francos. “La masa monetaria no se ha incrementado, no se ha emitido y no se ha endeudado, con lo cual no hay una situación como para generar ese estado de ánimo inestable en los mercados”, agregó.

Este miércoles, el tipo de cambio paralelo recuperó algo de terreno y bajó hasta los 1.405 pesos por dólar, un 1,75% menos que el martes. Si ese será el nuevo piso de la divisa se sabrá durante los próximos días.

Siga toda la información de El PAÍS América en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

_

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *