El central turco Merih Demiral, autor de los dos goles contra Austria que dieron el pase de su selección a cuartos de final de la Eurocopa, ha desatado un torbellino que ha movilizado a las autoridades de la UEFA —han abierto una investigación contra él— y de Alemania —lo han acusado de promocionar ideas “ultraderechistas” y “racistas”—, mientras el Gobierno turco ha convocado al embajador germano para protestar por lo que consideran una campaña contra su jugador estrella motivada por sentimientos “xenófobos”. La razón de la polémica es el gesto que hizo el jugador para celebrar el triunfo de Turquía sobre Austria: el símbolo del Lobo Gris.

El gesto —una cabeza de lobo hecha con la mano— se basa en la mitología túrquica, según la cual la loba Asena protegió a un joven superviviente de una batalla que, tras reponerse, fundaría el primero de los grandes imperios turcos en Asia Central. Sin embargo, en la Turquía de los años 1970, el signo se convirtió en distintivo de los grupos paramilitares de extrema derecha vinculados al Partido de Acción Nacionalista (MHP) que se enfrentaban en las calles a militantes de izquierda y llevaron a cabo cientos de asesinatos. Estos grupos eran comúnmente apodados “Lobos Grises”, precisamente por el gesto que hacían con la mano.

“Los símbolos de la extrema derecha turca no tienen cabida en nuestros estadios. Utilizar la Eurocopa como plataforma para el racismo es completamente inaceptable. Esperamos que la UEFA investigue el caso y considere sanciones”, ha publicado la Ministra de Interior alemana, Nancy Faeser, en la red social X anteriormente conocida como Twitter. El Ejecutivo turco, por su parte, ha recordado que, en uno de los informes de la Oficina Federal de Alemania para la Protección de la Constitución, “se subraya que no todas las personas que hacen el símbolo del Lobo Gris puede ser considerada de extrema derecha”.

Austria tiene prohibido el símbolo desde 2019; Francia ha debatido “prohibir a los Lobos Grises” y los servicios secretos de Alemania los vigilan de cerca porque, en diversas ocasiones, manifestantes turcos que se identificaban con el símbolo han protagonizado actos vandálicos y ataques racistas contra, por ejemplo, miembros de la comunidad armenia.

El problema es que los Lobos Grises no existen, o al menos no como organización. Son más bien un movimiento laxo, una ideología ultranacionalista que se extiende por diversos partidos y organizaciones.

El principal de ellos es el mencionado MHP, actual socio de gobierno del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Y de organizaciones vinculadas a ese partido, como el Hogar de los Idealistas, con presencia en toda Turquía y entre la diáspora de emigrantes turcos, muy numerosa en países como Alemania, Austria, Francia, Países Bajos o Bélgica. Pero también se adscribe a esta ideología el partido IYI, de centroderecha nacionalista y uno de los principales de la oposición, o el Partido de la Victoria (ZP), abiertamente xenófobo. La fragmentación del ultranacionalismo en Turquía a lo largo del espectro político, en lugar de dividir y debilitar sus fuerzas, ha provocado lo contrario: que se multiplique. En las últimas elecciones, de hecho, estos partidos sumaron cerca del 25% de los votos.

El propio Erdogan ha realizado el gesto en varios mítines políticos y lo mismo han hecho líderes de la oposición de centroizquierda, en busca del voto de simpatizantes de esta ideología, lo que finalmente ha terminado por normalizar un gesto tradicionalmente vinculado a la ultraderecha y al ultranacionalismo.

De ahí que es probable que Demiral ni siquiera se parase a pensar la polvareda que podía levantar su gesto. Ello pese a que, solo un día antes, en varias ciudades de Turquía, miles de personas se abalanzaban contra los barrios de los refugiados sirios, apedreando sus hogares y quemando sus negocios al grito de “No queremos refugiados” y haciendo el símbolo del Lobo Gris.

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