Los hay escépticos y luego están esos que creen que Max Verstappen únicamente ha ganado los tres títulos de campeón del mundo de Fórmula 1 que lucen en su hoja de servicios porque conduce un Red Bull. Ese argumento es cierto, pero solo parcialmente, y para darse cuenta de ello basta con comparar los números del actual campeón con los de Checo Pérez, su compañero en el garaje del búfalo rojo. Mientras el holandés se ha impuesto en siete de las diez carreras que se han disputado hasta el momento y en todas las sprint (tres), el mexicano no gana desde el año pasado (Bakú), donde, precisamente, celebró su único triunfo en una prueba corta. Con el corredor de Jalisco fuera de foco —marcha el quinto en la tabla de puntos, con casi la mitad del botín que su vecino de taller—, Verstappen ya no arrasa como lo hizo los dos últimos ejercicios, subido a uno de los monoplazas más dominantes de la historia del certamen. Lo que ocurre es que al chico de Hasselt se le ha girado trabajo porque el RB20, el bólido proyectado por Red Bull para este 2024, ha perdido esa condición de intocable. La nueva sensación es el MCL38, la apuesta con la que McLaren empieza a parecerse al equipo de leyenda que fue, ese que a lo largo de sus casi seis décadas de vida ha sido capaz de acumular 12 títulos de pilotos y ocho de constructores.
En Austria, donde este domingo (15:00 horas, Dazn) tendrá lugar la undécima parada del calendario, Verstappen se vistió de superhéroe para contener los achuchones de Lando Norris y Oscar Piastri en la tercera prueba corta del curso, en la que volvió a quedar claro que el coche papaya va como un tiro, y que la escudería británica está al nivel de la mejor (Red Bull) cuando se trata de vitaminar el prototipo, que este fin de semana cuenta con un nuevo alerón delantero. Si Norris y Piastri no se llevaron esa media victoria fue por el inconmensurable nivel de Mad Max, que sabe ganar y sabe sufrir cuando el camino se empina. Tras defender la posición como un jabato ante los ataques de la pareja de McLaren, Verstappen dio un paso más en la cronometrada para sumar su octava pole de la temporada, con un margen de cuatro décimas, enorme, por tratarse de un trazado tan corto (4,3 kilómetros). A su lado volverá a arrancar Norris, mientras que Carlos Sainz lo hará el cuarto y Fernando Alonso, el 15º. “Max está en otra dimensión”, fue la frase más repetida por los rivales del líder de la general. La octava plaza que ocupará Pérez, que cuenta con las mismas armas que el poseedor de la pole resalta de nuevo el nivel de excelencia del principal reclamo de Red Bull.
A Verstappen se le complica ligeramente la ruta hacia su cuarto título. El invitado inesperado es McLaren, una estructura que ha sabido reinventarse en los últimos años, y que aparenta ser de las más aseadas de todas. Bajo la batuta de Zak Brown, un enamorado de las carreras que triunfó en el mundo de los negocios, básicamente en el ámbito del marketing deportivo, el tercer equipo más laureado del campeonato emerge con fuerza de una crisis que estuvo a punto de llevárselo por delante, y que incluso le llevó a tener que vender (2021) el Technology Center, su sede y la joya de la corona, por 197 millones de euros, por más que permanezca allí en régimen de alquiler. Gracias al orden que impuso Brown, con decisiones dolorosas como despidos, consecuencia directa de la entrada en escena del límite presupuestario, McLaren ha ido revitalizándose internamente y eso ha tenido una influencia directa en su coche, que desde 2012 tuvo que esperar casi una década para volver a ganar (Ricciardo, en Monza 2021). La victoria de hace un par de meses en Miami (Norris) confirmó que la compañía ha dado con un coche potente en su tripa (Mercedes) y que ya es el mejor de todos en las curvas lentas.
“Al McLaren no le veo ningún punto débil”, decía Sainz, la semana pasada, desde Montmeló. Allí, McLaren resurgió literalmente de sus cenizas después del susto tremendo del sábado. Un cortocircuito en el falso techo de la cocina del pabellón corporativo provocó un incendio que obligó a los servicios de emergencia a intervenir a toda prisa. Evidentemente, este tipo de accidentes nunca son bienvenidos, pero todavía menos en la primera carrera de un triplete. A pesar de la desgracia, la tropa de Woking se quedó a solo dos segundos del éxtasis, una nimiedad si tenemos en cuenta que un año antes, Verstappen cruzó la meta con una ventaja de 24 segundos respecto del segundo (Hamilton).
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