La extrema derecha francesa ha dado este domingo un paso decisivo en su largo camino para conquistar democráticamente el poder. La victoria del Reagrupamiento Nacional (RN) en la primera vuelta de las elecciones legislativas le coloca como el favorito para convertirse en la primera fuerza parlamentaria tras la segunda vuelta, el 7 de julio.

Pero no está claro si el partido de Marine Le Pen dispondrá de un número suficiente de diputados para designar a un primer ministro y formar un Gobierno. Las primeras proyecciones para la segunda vuelta lo sitúan a unas decenas de escaños del umbral de los 289 que marca la mayoría absoluta.

Todo se decidirá en los próximos cinco días de campaña, un sprint que determinará si Francia da un giro, y con ella Europa. Una unión de los partidos contrarios al RN, desde la izquierda radical a la derecha moderada, podría frenar las ambiciones de este partido e impedir que Jordan Bardella, mano de derecha de Le Pen y su candidato a primer ministro, encabece el próximo Gobierno francés.

Estas elecciones, convocadas inesperadamente por el presidente, Emmanuel Macron y marcadas por la mayor participación desde 1981, cercana al 70%, tienen el efecto de un seísmo en Francia. Por primera vez, gana unas legislativas un partido nacionalista y euroescéptico con raíces en la ultraderecha xenófoba y antisemita.

La izquierda se perfila como principal bloque frente al RN de Marine Le Pen. Las formaciones ligadas a Macron dominantes desde 2017 en la Asamblea Nacional, quedan en tercera posición, pierden todo el poder acumulado estos años, y son los mayores damnificados de la decisión del presidente.

El RN ha obtenido un 34,2% de votos, según la estimación del instituto Ifop para la cadena TF1 al cierre de los colegios, casi el doble de su resultado en las legislativas pasadas, hace dos años. En segunda posición ha quedado la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular, con un 29,1%, tres puntos más que en 2022.

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La candidatura macronista Ensemble (Juntos) quedaría lejos, en tercera posición, con un 21,5%, unos tres puntos menos que las legislativas pasadas. Los Republicanos, el partido de la derecha tradicional hermanado del PP español, sacaría un 10%.

Los estimaciones del Ifop son similares en las estimaciones de los otros institutos de sondeos, aunque los porcentajes pueden variar a lo largo de la noche.

Macron, en una declaración escrita publicada al cierre de los colegios, hizo un llamamiento a “una gran unión claramente demócrata y republicana” ante el RN. También defendió la polémica disolución parlamentaria y el adelanto de las elecciones. “La alta participación”, dijo, “refleja la importancia de este voto para todos nuestros compatriotas y la voluntad de clarificar la situación política.”

“La democracia ha hablado”, declaró Le Pen. “Ahora necesitamos una mayoría absoluta para que en ocho días Emmanuel Macron nombre primer ministro a Jordan Bardella.”

Las legislativas en Francia son en realidad 577 elecciones simultáneas en 577 circunscripciones para elegir 577 diputados. No se clasifican para la segunda vuelta los dos más votados en la primera, como en las presidenciales, sino los candidatos que en la primera vuelta superen el 12,5% del total de inscritos en el censo electoral.

Participación cercana al 70%

La participación cercana al 70% implica que habrá decenas de circunscripciones en las que la segunda vuelta se disputarán entre tres candidatos. Es lo que se conoce como triangulares.

En la primera vuelta de las anteriores legislativas, la participación fue del 47,5%. Entonces solo hubo 8 distritos con triangulares. El 7 de julio podría haber casi 300, según algunos cálculos.

Las triangulares dispersan el voto, lo que puede facilitar la elección de los candidatos del RN, que parten en cabeza. Pero, si los candidatos menos votados se retiran para concentrar el voto contra la extrema derecha, los de Le Pen lo podrían tener más complicado para lograr una mayoría absoluta.

De ahí lo significativo de la rápida declaración de Macron, al llamar a un frente contra la extrema derecha. Está por ver cómo se va a concretar.

Algunos macronistas ya habían indicado en días anteriores que retirarían a sus candidatos si el candidato del Nuevo Frente Popular ante el del RN era socialista, ecologista o incluso comunista. Pero no si pertenecía a la más radical La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, dominante en la coalición izquierdista.

En las próximas horas se verá más claro si realmente resucita el llamado frente republicano, la forma francesa del cordón sanitario que hasta ahora ha impedido al partido de Le Pen tocar poder. Tras el éxito electoral inapelable de este partido, en todo caso, la política francesa ha entrado en una nueva fase, la de un país con un movimiento nacionalpopulista que ocupa un lugar central en esta sociedad.

Todo se ha precipitado en unos días. Han sido tres de las semanas más intensas de la política francesa en tiempos recientes, desde que en la noche del 9 de junio Macron anunció por sorpresa la disolución de la Asamblea Nacional, donde los partidos que le apoyan eran mayoritarios y la convocatoria de legislativas anticipadas. La decisión, en respuesta a la debacle electoral de los macronistas en las europeas y la victoria de la extrema derecha, precipitó una reacción en cadena en los partidos. Los macronistas, desconcertados y en muchos casos irritados con la decisión de su líder, se lanzaron a hacer campaña a la desesperada, y ocultando en los carteles a Macron. La derecha tradicional de Los Republicanos (LR) implosionó al marcharse su presidente, Éric Ciotti, con el RN de Le Pen. La heterogénea izquierda francesa logró contra todo pronóstico, en menos de una semana, un acuerdo para presentar candidaturas únicas y un programa común.

En esta campaña se ha abierto un nuevo capítulo recomposición del paisaje partidista francés, que se inició en 2017 con la irrupción de Macron y conquista del poder. De aquí sale una Francia con tres bloques: una amplia derecha nacionalista y euroescéptica; una izquierda robusta que como mínimo aspira a ser la principal fuerza de oposición; y un bloque central muy disminuido. El macronismo puede haber firmado esta noche su acta de defunción.

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