Los argentinos tomaron las calles de Miami y la Selección jugará de local

Lucas Rodríguez se ríe como es la constante en las dos horas que dura su programa Paren la mano, que sale por Vorterix y en distintas plataformas de stream. Es el programa líder de una generación de muchachos que los tienen de referencia y que siguen las ocurrencias del streamer, como de Germán Beder, Alfredo Montes de Oca y Roberto Galatti. La Copa América hizo que cambien el estudio de Chacarita por uno en South Beach, y en uno de sus primeros programas de esta excursión lo que empezó como una chicana entre amigos terminó en un torneo de penales organizado a las apuradas en Miami. 

La esquina de Ocean Drive y la tercera es la única referencia que tienen los oyentes del programa. “No sabemos cuánta gente va a venir, ojalá haya para armar cuatro equipos de cinco”, se escucha en una cena previa al día del evento. La convocatoria no falla. Más de cien personas festejaban las voladas del Negro Rober, las ocurrencias de alguno de los protagonistas. 

Esa convocatoria es la prueba más fidedigna de que si existiera una provincia número veinticinco en el territorio argentino Miami cumple con todos los requisitos. Ícono del menemismo y la época del uno a uno, el estado que se encuentra a casi 7.400 kilómetros de Buenos Aires podría ser tranquilamente una extensión de nuestro país en Estados Unidos. 

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La misma indiferencia. El lugar en el que Lionel Messi decidió terminar su carrera no le escapa a la misma indiferencia que viene arrastrando la Copa América desde el puntapié inicial en Atlanta. El ejemplo más claro ocurre en el mismísimo Hard Rock Café, estadio imponente en el que no solo se jugará el Argentina-Perú de esta noche, sino en el que también albergará la final del torneo. Los guardias de seguridad responden casi al unísono, sin importar la puerta: “¿Copa América? No sé qué es eso. No pueden ingresar”. 

En la ciudad en la que se habla más español que inglés no se divisa un solo cartel de la Copa América. En la televisión no hay referencias más que en los canales de deportes. En Florida se está festejando el primer título  de los Panthers, el equipo de hockey sobre hielo de la ciudad, que acaba de quedarse con la Stanley Cup de la NHL ante los Edmonton Oilers, en una serie que terminó en el séptimo partido. En las tiendas deportivas predomina el rojo de sus camisetas (con la pantera en el centro), el rosa del Inter Miami, el negro y rojo de los Heat de la NBA y las lindas camisas de los Marlins, la franquicia de béisbol de la ciudad. En segundo orden se pueden ver algunas albicelestes con el 10 de Messi (la única camiseta de la Copa América que se vende con nombre y número ya impreso) y algunas del resto de las selecciones que vinieron a Estados Unidos con el objetivo de levantar el trofeo. 

Tan argentina es esta ciudad que hay hasta “pelea” para ser el lugar oficial del banderazo en la previa del tercer partido del equipo de Scaloni. Hay tres sitios que se erigen como candidatos para que la gente vaya y aliente a la Selección, siendo el del Fan Fest el más promocionado, con show de Los Totora.

En los shopping los que llevan las valijas con compras desbordadas son los argentinos que buscan cantidad y precio para saltar la enorme diferencia que hay con la golpeada economía del país. En los locales de franquicias argentinas (de churros, pizza, hamburguesas, helados y cervecerías) se vive una extensión de las costumbres nuestras. Solo basta que alguien empiece a entonar el comienzo del hit Muchachos para que el lugar se transforme en una sucursal de un estadio.

En el ambiente futbolero hay alegría por la presencia del campeón del mundo, pero apagada por la ausencia de Messi y la presencia de mayoría de suplentes. Las entradas de un estadio que estaban agotadas y a quinientos dólares, a horas del partido, se pueden conseguir casi a mitad de precio porque no juega el capitán argentino. Todo eso es Miami. Mucho sol y mucha lluvia. Sin medias tintas. Tal cual debe ser una provincia argentina.

*Desde Miami.

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