Los gritos de Fernando de Rosa reverberaban en el hemiciclo del Congreso la tarde del martes, poco después de que se anunciase en Bruselas el acuerdo que ponía fin a más de cinco años de mandato caducado del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). La arenga del diputado valenciano del PP estalló altisonante desde el primer minuto. “Es muy satisfactorio comprobar cómo el grupo socialista ha accedido a renovar el CGPJ en las condiciones que en todo momento el presidente Feijóo había establecido como irrenunciables: independencia del Poder Judicial”, clamó De Rosa. Acto seguido, pasó al ataque: “Ya era hora de que abandonaran ese tic franquista que preside su acción política, que es la colonización de las instituciones nombrando a adictos al régimen”, completó entre el alborozo de la bancada popular y las protestas socialistas.

En Bruselas, el vicesecretario del PP Esteban González Pons se acababa de felicitar por que el acuerdo con el Gobierno permitirá acabar con las “puertas giratorias” entre la justicia y la política. Para ilustrar casos así difícilmente podría encontrar Pons un ejemplo mejor que el de su paisano, antiguo compañero en el Gobierno valenciano y ahora en el grupo popular del Congreso Fernando de Rosa. Porque el mismo De Rosa que lanzaba en el hemiciclo, indignado y a voz en grito, su diatriba contra el Gobierno por la “politización de la justicia” se ha pasado buena parte de su carrera en un trajín de ida y vuelta entre la política y la justicia.

De Rosa (Valencia, 64 años) militó desde joven en la vieja Alianza Popular, partido en el que introdujo al que luego sería presidente autonómico Francisco Camps. Al tiempo desarrollaba su carrera en la judicatura, que le llevó a ejercer como juez decano de Valencia. En 2003, con su amigo Camps ya de presidente de la Generalitat, fue reclutado como secretario de Justicia del Gobierno autónomo. En la legislatura siguiente ascendió a consejero. Estuvo poco más de un año en el cargo, porque el hombre que ahora se subleva contra el nombramiento de “adictos al régimen” de Pedro Sánchez fue promovido en 2008 por el PP a vocal del CGPJ a sugerencia de Camps.

Este magistrado-político que el pasado martes proclamaba en el hemiciclo que “hoy en España lo revolucionario es hablar de independencia del Poder Judicial y de calidad democrática” escaló hasta la vicepresidencia del Consejo y llegó a ejercer la presidencia interinamente en 2012 tras la dimisión del titular, Carlos Dívar, por un escándalo de cobro indebido de dietas. El De Rosa que deplora en el Congreso “las acusaciones del Gobierno a los jueces” protagonizó entonces una fuerte controversia por arremeter contra Baltasar Garzón cuando este investigaba la corrupción del PP. Sobre Camps, en cambio, solo tenía buenas palabras: “Gran presidente” y “absolutamente honorable”.

En 2014, cesó en el CGPJ y regresó a la carrera judicial, en la que ascendió a presidente de la Audiencia Provincial de Valencia. Hasta que desanduvo el camino de nuevo. En 2019 sintió otra vez la llamada de la política y fue elegido senador en las listas del PP. En las elecciones del pasado año pasó de la Cámara alta a la baja, donde ejerce como vicepresidente de la Comisión de Justicia.

Ese permanente vaivén en la puerta giratoria no impide que De Rosa se sienta con autoridad para criticar comportamientos similares a los suyos, siempre, eso sí, que se trate del equipo rival. En un pleno del Senado, en julio de 2022, tachó de “fraude” los nombramientos como fiscales generales del Estado de Dolores Delgado y de Álvaro García Ortiz, en el primer caso por haber sido antes miembro de un Gobierno, igual que él, y en el segundo por mucho menos: participar en una mesa redonda sobre incendios forestales organizada por el PSOE en Galicia. A García Ortiz dedicó la parte más abrupta de su abrupto discurso del martes. Tras acusarlo de dirigir una “entidad politizada”, remachó: “Es el ejemplo de lo nocivo, de lo sucio, de la cloaca de este país”. Frente a eso, presentó al PP como garante de la “independencia de la justicia” y la “despolitización de la Fiscalía”. “Los españoles deben saber que hay esperanzas de regeneración”, animó. La bancada popular le dedicó una prolongada y entusiasta ovación. De Rosa ha declinado ofrecer explicaciones para este reportaje.

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