Esquivos, pero los pejerreyes ya dicen presente en el Guazú

Los buenos comentarios que venían del Guazú y una presencia en aumento de los pejerreyes nos llevaron a armar una pesca en este destacado sitio. Elegimos un día en el que sabíamos que íbamos a tener mucho viento del sector este-sureste, un cuadrante ideal para que el rio bajara lentamente y con el agua bien oxigenada, pero con una intensidad de casi 30 km/h, lo que complica cruzarlo hacia la orilla del lado de Buenos Aires, ya que su profundidad es cercana a los 35 m. De todos modos, el río con sus sectores de curvas brinda un buen reparo a nuestras embarcaciones para que la actividad piscatoria sea más llevadera.

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Nuestra idea era ingresar al cauce y luego navegar internamente a la zona de la boya roja en el Guazú, unos 15 minutos de navegación, donde la mayoría de los pescadores práctica el garete, en algunas oportunidades lo hacen con o sin ancla de capa, para que la deriva sea más lenta dependiendo del sector del viento. En nuestro caso, comenzamos un lento garete y movido, con líneas que fueron al agua encarnando con mojarras vivas, las cuales adquirimos el día anterior en Capital, en Carnadas el Abuelo.

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Utilizamos líneas de 3 boyas con brazoladas de 40, 30 y 25 cm. Siempre es importante dejar la primera bajada más larga para que las boyas siempre queden bien alineadas. El pique del pejerrey no se presentaba, pero si se prendían molestos doradillos, los cuales están muy activos todavía, con una temperatura del agua de 17 grados. El agua aún no se enfrió como para que esta especie desaparezca.
Teníamos el dato de un pescador de la zona que debíamos buscar el veril del rio, alrededor de los 17 m, para evitar cerca de la costa el ataque de la variada. Tuvimos la suerte de pocos piques de pejerreyes de 40 cm, utilizando anzuelos 1/0. Trabajamos con las carnadas, en algunos casos colocamos 2 mojarras por anzuelos, y también probamos con filet de pejerrey ya que debimos sacrificar unos pequeños que venían “tragados”. Habíamos llevado también mojarras saladas para probar, pero en ningún caso la tomaban. En lo personal opté por una línea de 3 boyas con quilla de color blanco, un tono que atrae más al pejerrey que a las otras especies.

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Notamos que algunas embarcaciones directamente tomaban por el rio Bravo para dirigirse al Uruguay, en la zona de Palmira. Ese recorrido nos obliga a más de 90 minutos de navegación, y los rindes pueden ser otros, pero debido al estado del rio, no sería lo ideal para nosotros, por lo que decidimos quedarnos donde estábamos, dejando para otra oportunidad semejante viaje. Prestamos atención a las demás embarcaciones para ver si tenían actividad, pero cuando se ven a los pescadores sentado, sin dudas, una señal que muy atentos al pique no están. Verlos cambiando constantemente de lugar para dar con la pesca era otra señal de que no sólo a nosotros nos costó dar con el pejerrey.

Cerramos una jornada de pesca con sabor amargo por no poder dar con unos cuantos matungos que nos tiene acostumbrados la zona, pero por lo menos no salimos zapateros y con algunas capturas nos volvimos. Creemos que, ya entrado el invierno, van a cambiar las condiciones y poder dar con los trofeos plateados del rio. 

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